martes, 15 de abril de 2014

Dejar de ayudar a los demás es dejar de ayudarse uno mismo


¿Recuerdas esta fábula?

Un hombre tenía un caballo y un asno. Un día que ambos iban camino a la ciudad, el asno sintiéndose cansado, le dijo al caballo:

–Toma una parte de mi carga si te interesa mi vida.

El caballo, haciéndose el sordo no dijo nada; el asno cayó víctima de la fatiga y murió allí mismo. Entonces el dueño echó toda la carga encima del caballo, incluso la piel del asno. El caballo suspiró y dijo:

–¡Qué mala suerte tengo! ¡Por no haber querido cargar con un ligero fardo, ahora tengo que cargar con todo y hasta con la piel del asno!

Moraleja: Si dejas de tenderle la mano al prójimo, tarde o temprano te perjudicarás a ti mismo.

Adriana González Marín – Coord. de Capacitación


Esta fábula fue escrita por Esopo hace ya muchos años, sin embargo la enseñanza prevalece en la actualidad dentro de nuestro entorno social, cuando por falta de tiempo, paciencia o carencia de “ganas” dejamos de ayudar a los que nos necesitan, y entonces nuestras tareas se terminan multiplicando, mismas tareas que al final no podremos abarcar.

Ahora bien, si aterrizamos esta reflexión en el entorno laboral, las primeras personas que requieren de nuestra ayuda son los integrantes de nuestro equipo de trabajo. Ayudarlos implica dedicación y compromiso para que el trabajo fluya de manera armónica entre todos, alcanzando objetivos cada vez más altos. De lo contrario, si centramos la atención en las debilidades del equipo sin darles una solución adecuada, la confianza en el resultado será mermada y la tensión entre sus miembros aumentará.

Los retos siempre estarán tocando a la puerta y si nos pasamos culpando a las circunstancias por la falta de unión en el equipo, dichas oportunidades se escaparán como agua en nuestras manos, tenemos que adaptarnos como equipo al entorno que se presente y no al revés.

En función de lo anterior mencionado, comienza a diseñar una estrategia que te permita potencializar los talentos de cada integrante del equipo, platica con ellos sobre sus necesidades, busca mantener arriba el gusto por alcanzar metas más altas, ayúdalos en lo que haga falta antes que termines como el caballo de la fábula, pues si la desmotivación acaba con tu equipo, no lograrás tus objetivos; recuerda esto: “Los jugadores anotan goles pero los equipos ganan partidos”.

Tu equipo funciona igual que un cuerpo humano, cada parte es importante y cumple una función específica sin importar que hagan tareas distintas, las mueve la misma cabeza, esto es el mismo objetivo, debido a ello ninguna parte es más importante que las otras; el todo siempre será mayor que la suma de sus partes y la suma del talento colectivo siempre hará a los equipos fuertes, con un espíritu capaz de lograr cualquier cosa que se propongan, alcanzarán metas que para otros parecerán imposibles. Sólo acuérdate de buscar siempre el bien común en una relación ganar-ganar, procura proponer soluciones en lugar de señalar culpables.

Reflexiona: ¿Quiero fomentar el trabajo en mi equipo?

Si tu respuesta es positiva, conoce qué motiva de manera individual a cada uno de los integrantes de tu equipo y encuentren juntos la relación entre esas motivaciones y el objetivo que como organización tenemos pues la consecución de uno es directamente proporcional a la consecución del otro.

Pregúntate si al día de hoy estás aprovechando al máximo el potencial de tu equipo. Si tu respuesta es no, alégrate, nunca es tarde para cambiar de estrategia.
es importante no dejar de ayudar a los demás, pues al ayudarlos, nos ayudamos a nosotros mismos. En resumen, no debemos dejar de ejercer nuestro Serviazgo.

Fuente: fábulas de Esopo. 

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