Hace unas semanas me encontraba en
casa dispuesto a dormir cuando un mensaje llegó a mi teléfono.“Brother voy mañana a la montaña, caminata
leve por la Joya, medio día por si te interesa 6 am”. Pensé en hacer caso
omiso al mensaje, ya que la idea de levantarme temprano en sábado no era de mi
agrado, pero a final de cuentas acepté la invitación sin imaginar todas las
cosas que aprendería con ese viaje.
Por: Fernando García
Al día siguiente eran las seis de la
mañana, mi primo pasó por mi y después de dos horas de trayecto, nos
encontrábamos en el parque Izta-popo, con un frío paralizante y un trayecto
estimado de ascenso de cuatro horas, por lo que aquí comprendí mi primera lección
de montaña: “Ningún reto es fácil”.
Iniciamos el ascenso y en el camino
me encontré con diferentes obstáculos como piedras, desniveles, caminos
inclinados y una gran cantidad de lodo que no tenía contemplado.
Mientras caminaba a través del lodo, me
di cuenta que no había nada fuera de lo común, pues durante nuestra vida
siempre habrá situaciones que podemos prevenir, ya que sabemos a lo que nos
enfrentamos, sin embargo no estamos exentos de que se presenten cosas que no
esperábamos (como el lodo), por lo que debemos aprender a movernos con cuidado
hasta tener el terreno bajo control, y aquí comprendí mi segunda lección de
montaña: “Una respuesta asertiva depende
de la actitud con la que tomemos el problema”.
Una vez comprendida la lección me di
cuenta que todos los obstáculos servían de herramienta para mi ascenso, las
piedras me daban apoyo y el lodo me obligaba a caminar con estabilidad. Y
reflexioné en cuántas veces me ha pasado que todo me sale mal por el hecho de
querer hacer las cosas rápido.
Resultó que después de caminar por dos horas, apenas iba a mitad del
camino, sentía que mi cuerpo ya no aguantaba, me dolían las piernas, el rostro
se me congelaba a cada paso que daba, me sentía rendido, así que me senté en la
primer piedra que encontré con la firme convicción de esperar a que toda la
expedición llegará al destino previsto y regresaran victoriosos.
Fue aquí cuando el guía del grupo se tomó unos minutos para platicar
conmigo sobre mi decisión de abandonar el reto. Y fue aquí cuando llegó mi
tercera lección de montaña: “El problema está en
los ojos de quien lo mira”.
Con esa charla me hizo darme cuenta que mi problema era la falta de
ganas por querer salir de mi estado de confort, pues aunque me sentía cansado,
sabía dentro de mi que aún podía dar más batalla, medite por unos instantes y
pensé “si ya llegue hasta este punto es mejor esforzarme por llegar a la
cima, en lugar de regresar a casa a esperar a que se me presentará otra
oportunidad como esa”, así que terminé de descansar y seguí subiendo. Dos
hora después me encontraba en nuestro destino, un lugar con una vista
increíble, la cuál me dejo mi cuarta lección de montaña: “El esfuerzo
siempre trae consigo recompensas”.
El paisaje que percibían mis ojos era tan hermoso, que de no haberme esforzado
lo suficiente me lo habría perdido, estando en la cima podía apreciar la ciudad
como si fuera una pequeña maqueta dibujada en el piso, había trabajado con mis
límites y limitantes y había cumplido el reto.
La vida siempre está llena de retos, mismos que nos traerán consigo
satisfacciones, ¿Cuántas veces en nuestra vida decidimos tirar la toalla
porque pensamos que no obtendremos nada bueno? Es por esto que al momento
de descender, ya no pensé tanto en los achaques o problemas, sabía que a cada
paso que daba, era un nuevo reto que superaba, y entonces llegó a mi la quinta
lección de montaña:
“Todo reto
que te propongas es alcanzable con el compromiso y entrenamiento adecuado”
Así que te invito a subir tu propia montaña y comprometerte a superar
todos los retos que te propongas en la vida, pues a final de cuentas, nacimos
para esto.
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