miércoles, 1 de enero de 2014

Autocontrol + Voluntad = Fórmula de superhéroes



En 1970, Walter Mischel, psicólogo y profesor de Stanford, hizo un experimento estudiando la capacidad de autocontrol en niños de 4 años. La prueba consistía en ofrecer a cada pequeño la elección entre comer un malvavisco inmediatamente, o esperar 15 minutos y tener dos malvaviscos. ¿Cuál fue el resultado?

Por: Mariel Cabanas



Los resultados de esta prueba se reflejaron años después cuando aquellos niños que controlaron su impulso, obtuvieron mejores resultados académicos en la adolescencia, además parecían contar con mayor facilidad para el manejo del estrés y mejor adaptación social.

Por otra parte Kathleen M. Ginis, doctora y profesora de McMaster, establece que el ser humano tiene una dósis finita de voluntad al día; y asegura que al agotarla en alguna actividad específica, es mucho más probable caer en alguna tentación; es decir, tras un día pesado de trabajo, es más probable que cenemos una hamburguesa en lugar de una ensalada.

Muchos científicos señalan que la falta de voluntad, en muchas ocasiones no se debe a la falta de motivación, sino al mal aprovechamiento y distribución de nuestras reservas de autocontrol, lo que nos lleva a abandonar nuestras metas.

Daniel Kahneman, psicólogo y catedrático de Princeton, en su libro “Thinking Fast and Slow” describe la forma del pensamiento bajo dos modos de operación, el Sistema 1 (S1), que es rápido, opera automáticamente, con muy poco o sin esfuerzo y sin noción de control voluntario; y el Sistema 2 (S2), que maneja las actividades que demandan un proceso mental complejo, asociando a éste, la concentración y toma de decisiones.

Manifiesta que tanto el autocontrol como el esfuerzo cognitivo son formas de trabajo mental asociadas al S2. Las personas, añade, que tienen una alta demanda cognitiva al realizar una tarea y simultáneamente son forzadas a decidir, están más inclinadas a tomar la decisión que requiere menor esfuerzo, por ejemplo, si tratas de memorizar un número de teléfono, al mismo tiempo que debes elegir entre un pastel o una fruta, la evidencia científica sugiere que tienes más probabilidades de elegir el pastel, ya que el S1 (impulsivo, automático, y sin control voluntario) se adueña de la situación, mientras el S2 está muy ocupado memorizando números. Su conclusión es contundente: el autocontrol requiere atención y esfuerzo.

Roy F. Baumeister, en su libro “Willpower: Rediscovering the Greatest Human Strength” confirma estas teorías diciendo que cuando una persona está mucho tiempo controlando un impulso (como no bostezar), se enfrenta a un periodo de agotamiento de voluntad, momento más peligroso del autocontrol, pues es cuando las personas comen sin control o gastan el dinero en cosas innecesarias.

En general, quien logra un mayor autocontrol, supera mejor los eventos críticos de la vida, maneja con mayor habilidad el estrés y puede enfrentar fuertes jornadas de estudio o trabajo, convirtiéndose en una persona con mayor potencial de aprendizaje y crecimiento.

Por otra parte, hay investigaciones donde se da a conocer que todos tenemos formas de incrementar y fortalecer nuestra voluntad.

Kurt Gray, de la Universidad de North Carolina, habla de los “superhéroes” de nuestro mundo y asocia sus “super-poderes” a reservas extremadamente altas de voluntad y autocontrol. Por ejemplo: La Madre Teresa se sometió a extremas condiciones de pobreza atendiendo a pobres, enfermos, huérfanos y moribundos, y Gandhi aguantó largos periodos de ayuno en la búsqueda pacífica de la liberación de su país, ¿eran ellos diferentes a nosotros?, -¡no!-, pero sí contaban con una voluntad desarrollada.

En conclusión, si queremos fortalecer la voluntad debemos:
·      
  •     Tener bien definido el “¿Por qué lo hago?”
  •       Practicar la caridad y las buenas obras
  •        Evitar situaciones en las que ponemos en riesgo nuestra capacidad de autocontrol
  •     Realizar pequeños esfuerzos de voluntad, obteniendo mayor potencia para enfrentar     tentaciones y lograr retos mayores
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